viernes, 8 de mayo de 2009

cuando comienza la vida

Cúando comienza la vida humana?
Publicado por administradora4 el Jueves, 7 Mayo 2009
JUAN IGNACIO QUEREJETA GÁRATE, MÉDICO - diariovasco.com
Que no soy un exégeta, es obvio. Pero creo que en todo el Antiguo testamento el tema del aborto solamente aparece una vez (Éxodo 21-22).Se le impone una multa a un hombre que en una pelea con otro hombre, provoca accidentalmente el parto precoz a una mujer embarazada. No se aplica el «ojo por ojo…» de la Ley Mosaica. «El feto, por lo tanto no tenía la misma categoría que la madre» ( S. Connery. S.J. ) . Es decir, no se le atribuía categoría moral de persona. Ninguno de los cuatro Evangelistas atribuye a Jesús de Nazaret ni una sola cita sobre el aborto. Y en los Hechos de los Apóstoles, San Pablo condena diversas prácticas sexuales (Rom 1, 18-31 , Tim 1, 10-1, Cor 6,9-10), pero no aparece ninguna referencia al aborto.Históricamente se sabe que desde los primeros tiempos, el aborto es un método anticonceptivo en todas, o casi todas, las culturas. Como el infanticidio, todavía vigente en bastantes lugares de esta aldea global. Desde sus comienzos, el cristianismo se opone rotundamente al infanticidio. Una de las características de los cristianos primitivos fue que no lo practicaban. ¿Por qué, al parecer, se da esta distinta actuación sobre el aborto y sobre el infanticidio? Parece lógico pensar que, como creyentes, quizás más por influencia griega que judía, en la dualidad cuerpo-alma constitutiva de la «persona», los cristianos primitivos no daban al feto categoría de tal y al recién nacido, sí. Y aquí sigue estando hoy el Quid de la cuestión.No puedo ser defensor del aborto ni como médico («no proporcionaré a mujer alguna pesario abortivo…» Juramento Hipocrático, siglo IV aC) ni como católico (la dignidad de un ser no se deriva de lo que es sino de lo que puede llegar a ser…), pero sí puedo aborrecer, y rechazo de todo corazón, la postura de una Conferencia Episcopal que presenta con todo lujo de medios publicitarios a un «desprotegido» niño (persona) caucásico, es decir, europeo y blanco, y como tal acreedor de toda la cobertura que le otorgan las leyes occidentales, intentando compararlo en exacta igualdad con un «no nato». Además, el lince, al parecer, no es un lince hispánico, sino nórdico y no protegido (aunque sea demagógico por mi parte, ¿por qué el publicista de la Conferencia Episcopal no ha elegido una de las muchas fotografías de niños, de cualquier color, muriéndose de inanición en cualquiera de los muchos países subdesarrollados? Encajaría mejor en el lema «Por la vida»).
De la misma manera que aborrezco la postura de monseñor José Cardoso, arzobispo de Recife, que excomulga a la madre que permitió y a los médicos que practicaron la interrupción del embarazo gemelar de una niña de nueve años embarazada, creo, por su padrastro. No me anatematicen los elegidos depositarios de verdades indiscutibles: Rino Fisichella, arzobispo también y presidente de la Academia Pontificia para la Vida, dice dirigiéndose a la niña: «Son otros los que merecen la excomunión y nuestro perdón, no los que te han permitido vivir, y te ayudaron a recuperar la esperanza y la vida». Entre arzobispo y arzobispo, ¿quién de los dos esta más cerca de Jesús, el de Nazaret?
Decía antes que el núcleo de la discusión sobre el aborto está en la valoración del feto como persona. Y ni monseñor Rouco ni el Santo Padre Benedicto XVI (¿es el mismo Josefh Ratzinger, profesor de Tubinga y Ratisbona, que escribió: «qué significa ser creyente, decir «amen» a la realidad, al misterio de la propia vida, a Dios? Iniciación al cristianismo) ni todos los padres de la Iglesia, se han puesto de acuerdo para aclararnos a los sufridos creyentes cuándo Dios, dador universal de la vida, otorga el alma y hace persona al nasciturus.El Concilio de Trento (siglo XVI) al que nos quieren retrotraer aquellos que desean hacernos olvidar que hubo un Vaticano II, implantó como doctrina oficial de la Iglesia que la animación del feto era tardía, ajustándose a San Jerónimo, San Agustín y a Sto. Tomas de Aquino, y en contraposición a la idea de la animación inmediata a la concepción, defendida por San Alberto Magno, maestro de Tomás de Aquino, o de Tertulianno (siglo III), que además de defender dicha animación inmediata en algún otro lugar, habla de la «crueldad necesaria» cuando no hay ninguna otra posibilidad de hacer nacer al niño .Sin embargo, la Iglesia no consideró heterodoxa la doctrina del médico italiano Paolo Zacchia (1621) que, en contra de la doctrina tridentina, considera «imaginaria» la teoría aristotélica, la de Sto. Tomás y la de San Agustín. ¿Tuvo algo que ver este «olvido» de la doctrina oficial con las discusiones teológicas sobre la Inmaculada Concepción, tradición que se remonta al parecer a la Grecia del Siglo V, y que encajaba menos bien con la animación tardía? El dogma de la Inmaculada Concepción fue declarado por Pio IX en 1854, tres siglos más tarde. El mismo Pío IX castiga el aborto en cualquier momento de la concepción con la excomunión. Mas recientemente, doctrina en vigor, Juan Pablo II (canon 1398-año 1983), también penaliza el aborto con excomunión.Puedo hablar con más conocimiento de causa de identidad genética humana (en la segunda división del óvulo fecundado -segunda meiosis- la célula resultante tiene ya los cromosomas que le caracterizarán más tarde como ser humano. Este suceso ocurre al parecer unas 24 horas después de la fecundación), o de la aventura de esta célula inicial multiplicándose, viajando hacia el nido que el útero materno le tiene preparado, diferenciándose en células de características distintas que irán proyectando distintos órganos con sus distintas funciones. pero no todo el mundo sabe que entre el treinta y el sesenta por ciento de todos estos proyectos de personas se quedan en eso, en proyecto, debido a abortos espontáneos ocurridos con frecuencia en los tres primeros meses de embarazo, muchas veces sin que la madre se entere. Parece una incongruencia que Dios, dador de vida, otorgue almas a cigotos que en más del treinta por ciento van a ser naturalmente abortados antes de los tres meses (si ya no hay Limbo, ¿a dónde van estas almas?)Puedo preguntarme también por los zigotos divididos en dos o más embriones distintos, gemelos univitelinos, cuando lleguen a término (¿divide Dios el alma primitiva, o va otorgando un alma a cada nuevo embrión?) o por las mucho más raras fusiones de dos cigotos para dar lugar a una sola persona que posee una carga genética duplicada (hermafroditas auténticos, en el caso de que los cigotos fusionados fuesen de sexos contrario) ¿se unen las dos almas en una sola? ¿Es comprensible la postura airada de la jerarquía eclesiástica ante la selección de embriones para evitar taras genéticas para curar enfermedades incurables de hermanos nacidos con anterioridad?Ante la urgencia planteada por los primeros transplantes, un comité compuesto por diez médicos, un teólogo y un abogado, reunidos en Boston, Universidad de Harvard, dictaminaron que la persona está muerta cuando está muerta neurológicamente (muerte cerebral), aunque el resto de las células de su organismo estén vivas. (Jama 5 de agosto 1968). La Iglesia no ha puesto reparos a este diagnóstico de muerte de la persona.Me quedo con San Antonio de Florencia. (¿Se imaginan un santo católico que defendió el aborto terapéutico?). Me quedo con Martín de Azpilicueta: «cuando el médico cree que el feto no esta animado no causa la muerte de un ser humano (al provocar un aborto)». Me quedo con Rhaner: «entre el óvulo fecundado y el organismo animado hay grados biológicos en que el feto no es un hombre»…La Iglesia, lo acepto como católico, tiene derecho a decirnos a los creyentes que el aborto es pecado y a castigarlo con la pena de excomunión. Mientras no determine cuándo el nasciturus es persona humana, creo que nadie dentro de ella puede catalogar como asesinato al aborto. Una cosa es castigar «la intromisión del creyente en el Designio Divino» y otra llamar asesinato a interrumpir la vida de lo que todavía es «potencia» o proyecto de persona.El documento del Comité de Harvard que dictamina cuando una persona está muertaconsta, al parecer, solamente de cuatro páginas. Y la única cita bibliográfica que contiene se refiere a Pío XII que en 1958 aceptaba que la determinación del final de la vida humana era incumbencia de la ciencia médica. ¿ Y la del comienzo?Congregación para la Doctrina de la Fe (1974): «No es incumbencia de las ciencias biológicas dar un juicio decisivo acerca de las cuestiones propiamente filosóficas y morales, como son las del momento en que se constituye la persona humana, y la legitimidad del aborto»… Pero ya que a lo largo de la Historia la Iglesia no ha alcanzado, ni de lejos, una unidad de criterio en este tema, no vendría mal una ayudita externa… aunque sea de las ciencias biológicas.

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